Entre La Razón Y La Fe

Explorando el Diálogo entre Pensamiento y Creencia

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Hume, Wojtyła y Lewis: una reflexión sobre la libertad, la moral y la felicidad

David Hume (1711-1776) fue un filósofo escocés conocido por su escepticismo y empirismo radical. Sostenía que el conocimiento proviene exclusivamente de la experiencia y que la razón es incapaz de fundamentar principios morales, los cuales dependen únicamente de los sentimientos. Desde esta perspectiva, concebía la libertad como la ausencia de restricciones externas. En la práctica, esto significaba entender la libertad como la posibilidad de actuar sin referencia a un bien objetivo, lo que lleva a un subjetivismo moral que, lejos de fortalecer la autonomía, la socava.

Karol Wojtyła, en contraste, señala que el resentimiento surge cuando el ser humano percibe las normas morales como un obstáculo para su autonomía. En la cultura contemporánea, esta tendencia se acentúa al promoverse una idea de libertad desligada de cualquier referencia objetiva, identificándola erróneamente con la ausencia de límites. Sin embargo, esta concepción conduce al desorden y al vacío existencial, pues la verdadera libertad no consiste en hacer lo que se desea en cada momento, sino en orientar la vida hacia el bien y la plenitud.

C.S. Lewis, en Mero Cristianismo, ilustra esta idea con la analogía de una flota de barcos. Para que la flota navegue correctamente:

  1. Cada barco debe estar en buen estado, lo que simboliza la importancia de una moral personal bien orientada.
  2. Los barcos no deben chocar entre sí, reflejando la dimensión social de la moral, en la que nuestras acciones afectan a los demás.
  3. La flota debe dirigirse a un destino correcto, pues no basta con que los barcos estén en perfectas condiciones si no tienen un rumbo definido.

Esta analogía ayuda a comprender por qué el ser humano experimenta resentimiento ante la moral. En Amor y responsabilidad, Wojtyła explica que este sentimiento surge cuando se perciben las normas solo como restricciones, sin comprender su propósito. Cuando la moral se reduce a una serie de prohibiciones, es natural que genere rechazo. Sin embargo, tanto Wojtyła como Lewis coinciden en que la moral no es un freno arbitrario, sino una guía que conduce a la plenitud del ser humano. La verdadera libertad no es simplemente la ausencia de restricciones, sino la capacidad de elegir el bien. El resentimiento desaparece cuando se comprende que las normas morales no están para oprimir, sino para orientar hacia la realización plena de la persona.


¿Cómo se diferencia la visión de Wojtyła de la de Hume?

“La persona humana es un ser que tiene capacidad de pensar intelectualmente y, como consecuencia de esto, tiene capacidad de conducirse por principios generales.”

Desde la perspectiva de Wojtyła, esta afirmación contrasta con la visión de Hume en tres aspectos fundamentales:

  1. Racionalidad vs. Emocionalismo: Wojtyła sostiene que el ser humano es un ser racional, capaz de guiar su conducta según principios universales, más allá de sus impulsos o emociones. Hume, en cambio, subordina la moral al sentimiento subjetivo, donde el bien y el mal dependen de lo que nos agrada o desagrada.

  2. Moral basada en la dignidad vs. Moral basada en emociones: Para Wojtyła, la moral no puede fundamentarse en impulsos cambiantes, sino en la dignidad de la persona. En contraste, Hume hace de los sentimientos la base de la moral, volviéndola relativa y dependiente de estados emocionales individuales o de la opinión colectiva.

  3. Norma de la felicidad: Wojtyła sostiene que la felicidad no puede reducirse a la satisfacción inmediata de deseos, sino que debe estar fundamentada en la verdad sobre la persona y su destino. Hume, al desvincular la moral de la razón y el bien objetivo, deja la felicidad sin una guía clara, reduciéndola a un estado pasajero sin profundidad trascendental.

Para Wojtyła, moral y felicidad están intrínsecamente relacionadas: solo viviendo conforme a la verdad sobre el ser humano se puede alcanzar una felicidad auténtica y duradera. Si la moral se reduce a emociones fluctuantes, como propone Hume, se pierde cualquier posibilidad de establecer una guía objetiva para la felicidad, corriendo el riesgo de caer en una existencia fragmentada y sin sentido.

Jesús lo expresó con claridad:

“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8,32).

Solo en la verdad somos verdaderamente libres, liberándonos de la tiranía de los impulsos subjetivos y orientándonos hacia nuestro destino trascendente.

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