Hoy en la tarde, me alisté con la intención de ir a misa. Me vestí, me preparé, pero cuando estaba listo para salir, un dolor fuerte en la pierna derecha y en el pie me detuvo. Intenté ignorarlo, pensé que podría sobrellevarlo, pero era evidente que no iba a poder caminar sin molestias. Estos dolores, que vienen con la neuropatía, a veces me impiden descansar bien por las noches, y hoy también me estaban limitando durante el día. Al final, tuve que resignarme a escuchar la misa por YouTube.
Después de dar su refrigerio a mi mamá, subí a mi cuarto, me puse la pijama y me recosté. Fue entonces cuando sucedió algo inesperado: en lugar de sentir frustración o tristeza por no haber podido salir, experimenté un sentimiento de gozo, una sensación de paz en lo que estaba viviendo en ese instante. Me encontré disfrutando de la quietud, del simple hecho de estar en mi habitación, de haber atendido a mi madre y de haber participado de la misa de la manera que me fue posible.
Fue en ese momento que comprendí algo: lo que había ocurrido no era solo una limitación física, sino una oportunidad de reflexión. Y esto me llevó a pensar en cómo mi camino espiritual ha ido integrando la fe y la filosofía como dos pilares que no se oponen, sino que se complementan.
Epicteto: Aceptar lo que no puedo controlar
El estoicismo me ha enseñado que hay cosas que dependen de mí y cosas que no. Epicteto diría que el dolor en mi pierna y mi imposibilidad de salir no están bajo mi control, pero mi reacción ante ellos sí lo está. Podría haberme amargado, pero en su lugar, elegí aceptar la situación.
No se trata de una resignación pasiva, sino de reconocer la realidad como es y actuar en consecuencia. No podía cambiar mi estado físico en ese momento, pero sí podía decidir cómo vivirlo.
Camus: Encontrar sentido en lo absurdo
Albert Camus hablaba del absurdo de la vida: esa sensación de que muchas veces las cosas no tienen sentido, de que la realidad no responde a nuestras expectativas. Sin embargo, su propuesta no era rendirse, sino rebelarse contra el absurdo, encontrar sentido dentro de él.
Hoy, en vez de enfocarme en lo frustrante de haberme preparado para salir y terminar en cama, encontré gozo en lo que sí tenía: el descanso, la tranquilidad, la oportunidad de vivir el momento sin resistencia. No era lo que esperaba, pero dentro de esa aparente contradicción, descubrí algo valioso.
Nietzsche: Amar el destino
Nietzsche hablaba del amor fati, el amor al destino. No solo aceptar lo que sucede, sino abrazarlo como parte de nuestra historia, ver cada momento como algo que nos pertenece, que nos forja y nos hace crecer.
Hoy, en lugar de lamentarme por no haber podido salir, pude ver este momento como una parte de mi camino. No era un obstáculo, sino una oportunidad para profundizar en la aceptación y en la paz interior.
San Pablo: La fortaleza en la debilidad
San Pablo escribió: «Te basta mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Corintios 12:9). Hoy entendí un poco mejor esas palabras.
Mi limitación física podría haber sido motivo de queja, pero en cambio, me permitió ver la gracia de Dios en lo pequeño: en poder atender a mi madre antes de subir a descansar, en encontrar un momento de paz en mi habitación, en la posibilidad de participar en la misa, aunque fuera de otra manera.
La fe me recuerda que Dios no siempre quita la cruz, pero sí la transforma. A veces, la fuerza no está en lo que podemos hacer físicamente, sino en la capacidad de aceptar con serenidad lo que nos toca vivir.
El dolor como fuente de reflexión y escritura
Algo que he descubierto es que muchos de mis momentos de dolor, de insomnio o de malestar físico, son también momentos de reflexión. En esos espacios de silencio y vulnerabilidad, mi mente se abre a preguntas más profundas, a pensamientos que quizá en la rutina del día pasarían desapercibidos.
Escribir ha sido mi forma de canalizar esto. Muchas de las reflexiones que comparto, muchas de las experiencias que publico, han nacido precisamente en noches en vela, en episodios de dolor donde no podía hacer más que pensar, orar y escribir.
Lejos de ser solo un obstáculo, estos momentos me han permitido comprenderme mejor, fortalecer mi fe y encontrar sentido incluso en lo que no comprendo del todo.
Integrando la fe y la filosofía
A lo largo de mi vida, he visto cómo la fe y la filosofía no son opuestas, sino dos caminos que convergen.
La fe me da la visión trascendente, el sentido último de las cosas, la confianza en que Dios tiene un propósito incluso en lo que no entiendo. La filosofía me da herramientas para pensar bien, para interpretar lo que me sucede sin dejarme arrastrar por la desesperanza.
Hoy no pude salir a misa, pero viví una pequeña experiencia de gracia. La encontré en la aceptación, en la paz y en el gozo inesperado de simplemente estar presente en mi cuarto, después de cuidar a mi madre. Quizás, en el fondo, Dios también estaba en este momento, invitándome a verlo en lo cotidiano, en lo sencillo, en lo que no planeé.
Y tú, ¿alguna vez has encontrado sentido en momentos donde todo parecía ir en contra de tus planes?
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