Hoy quiero compartir una experiencia que me ha dado una enseñanza profunda sobre el manejo de los estados de ánimo. Como muchos saben, los cambios emocionales son parte de la vida. A veces, la melancolía llega sin previo aviso y parece envolvernos en su sombra. Pero lo que descubrí hoy me ha dado una herramienta poderosa para enfrentarla.
El momento de melancolía
Después de rezar las horas litúrgicas y estar en la presencia de Dios con lágrimas, experimenté un momento de paz, pero luego vino una sensación de melancolía. A veces, estos sentimientos aparecen sin razón aparente, como una nube pasajera que oscurece el día. En otro tiempo, quizás me hubiera quedado acostado, dejando que la tristeza hiciera su trabajo en mí. Pero esta vez hice algo diferente.
La decisión de actuar
En lugar de rendirme a la melancolía, tomé mi bastón y comencé a caminar. No salí a la calle para evitar exponerme, considerando mi estado de salud. Simplemente caminé dentro de mi casa, en la sala, de un lado a otro. No tenía un destino ni una meta específica. Solo caminé.
Algo sorprendente ocurrió: con cada paso, la melancolía comenzó a desvanecerse. En su lugar, apareció un renovado entusiasmo. Fue como si, al moverme físicamente, estuviera también moviendo mi estado mental.
La base filosófica y científica
Este descubrimiento no es solo una experiencia personal, sino que tiene una sólida base filosófica y científica.
1. El Estoicismo y el control de las emociones
Epicteto decía que no podemos controlar lo que nos sucede, pero sí cómo reaccionamos. Mi decisión de levantarme y caminar en lugar de quedarme en la tristeza fue una aplicación práctica de este principio estoico.
2. Viktor Frankl y la libertad interior
En su obra El hombre en busca de sentido, Frankl explica que entre el estímulo y la respuesta hay un espacio, y en ese espacio está nuestra libertad. No podemos evitar que la melancolía llegue, pero sí podemos decidir qué hacemos con ella.
3. El impacto del movimiento en el estado de ánimo
Desde la psicología conductual se sabe que la acción cambia la emoción. Aunque no tengas ganas de moverte, si lo haces, tu cuerpo y mente comienzan a ajustarse. Caminar activa la circulación, libera endorfinas y reduce el estrés.
4. Postura y emociones
Estudios han demostrado que la postura y el movimiento afectan el estado de ánimo. Cuando caminamos erguidos, respiramos mejor y enviamos señales al cerebro de que estamos en control, lo que reduce la sensación de tristeza.
Cooperar con la gracia de Dios
Jesús nos dice:
«Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.» (Lucas 18:27)
Cuando los problemas y los estados de ánimo nos abruman, sentimos una gran impotencia. A veces, pareciera que no hay salida, que estamos atrapados en la tristeza o en las dificultades de la vida. Pero aquí está la clave: cooperemos con la gracia de Dios.
La Escritura nos dice:
«Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él.» (Salmo 118:24)
Esto no es solo un consejo, es un imperativo divino. Dios nos ha dado este día, y nos llama a vivirlo con gozo. No significa que no habrá dificultades, pero sí significa que podemos elegir confiar y actuar en base a Su Palabra.
San Pablo nos recuerda:
«Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.» (Filipenses 4:13)
Dios ya ha dado la palabra. Nosotros tenemos que actuar en base a ella. No se trata de esperar pasivamente a que la melancolía se vaya sola. Se trata de hacer nuestra parte: poner nuestra voluntad, obedecer Su llamado al gozo y aplicar principios prácticos como los que acabamos de ver.
Una herramienta poderosa
Lo que aprendí hoy es que no puedo evitar que la melancolía toque a mi puerta, pero sí puedo elegir si la dejo entrar o no. Con un simple acto como caminar, puedo cambiar mi estado de ánimo y recuperar el entusiasmo.
Si alguna vez te sientes atrapado en la tristeza, prueba esto: levántate y camina, aunque sea dentro de tu casa. No necesitas un gran plan ni un destino. Solo da el primer paso.
La melancolía puede ser fuerte, pero nuestra voluntad y nuestra fe lo son aún más. Cooperemos con la gracia de Dios y confiemos en que Él hará el resto.
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