Es una realidad que muchas veces nos proponemos hacer algo: bajar de peso, ahorrar, iniciar estudios, emprender, ser más asiduos en la oración… y la lista sigue. Sin embargo, cuando llega el momento de ejecutar o ser coherente con lo ya decidido, surgen obstáculos: dudas, desánimo, imprevistos. Entonces nos preguntamos: «¿Debo seguir adelante?», «¿Soy demasiado débil?», y caemos en un ciclo de frustración, autocompasión y resignación.
En la Sagrada Escritura, esto se llama «doble ánimo». Santiago 1,6-8 afirma: «Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la ola del mar, que es movida por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.»
Este ciclo emocional nos impide cooperar con la gracia de Dios. Al no perseverar, no recibimos, no progresamos, no crecemos, no nos superamos. Por eso, San Ignacio de Loyola nos aconseja en sus Ejercicios Espirituales: «En tiempo de desolación nunca hacer mudanza; mas estar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la desolación.» Es decir, si en un momento de luz vimos claro que Dios nos guiaba en una dirección, no debemos cambiar el rumbo cuando la dificultad aparece.
Ejemplos bíblicos de doble ánimo
La Escritura nos muestra cómo el doble ánimo ha sido un obstáculo para muchos:
- Los israelitas en el desierto: A pesar de haber visto milagros extraordinarios, dudaban de Dios ante cada dificultad. En Números 14,2-4, querían volver a Egipto, olvidando que Dios los había sacado con mano poderosa.
- Pedro caminando sobre las aguas: Cuando fijó su mirada en Jesús, pudo caminar, pero cuando dudó y se enfocó en la tormenta, comenzó a hundirse (Mateo 14,29-30). Su fe oscilante lo llevó de la victoria a la derrota en segundos.
- La semilla en terreno pedregoso en la parábola del sembrador: Jesús describe a aquellos que reciben la Palabra con entusiasmo, pero al venir problemas y persecuciones, se desaniman y no dan fruto (Mateo 13,20-21). La inconstancia impide que la semilla de la fe crezca y se fortalezca.
Estos ejemplos nos muestran que la duda y la falta de perseverancia nos privan de experimentar plenamente la voluntad de Dios en nuestra vida.
Cómo vencer el doble ánimo
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Dominar nuestro diálogo interior No son los obstáculos los que nos derrotan, sino cómo los interpretamos. San José de Cupertino decía: «No hay que temer al enemigo que nos ataca desde fuera, sino a nuestra propia cobardía.» Si cada dificultad nos lleva a cuestionar nuestra misión, nunca avanzaremos. Debemos llenar nuestra mente de la verdad de Dios y no permitir que el miedo y la duda gobiernen nuestros pensamientos.
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Perseverar en el propósito original Santa Teresa de Jesús nos advierte: «La perseverancia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta.» La perseverancia no significa ausencia de problemas, sino permanecer firmes a pesar de ellos. Es fácil entusiasmarse al inicio de un camino, pero la verdadera prueba es mantenerse fiel cuando llegan los desafíos.
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Prepararnos para los obstáculos y estados de ánimo fluctuantes Los obstáculos son circunstancias externas, los estados de ánimo son internos. Lo que prevalece es nuestra convicción. San Francisco de Sales lo expresa así: «No dejes que tus inquietudes te turben. Dile a Dios con calma y confianza: ‘Hágase tu voluntad’.» Si sabemos que habrá pruebas y dificultades, podemos enfrentarlas con una mentalidad firme y preparada.
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Comprender que los obstáculos no significan que Dios nos ha abandonado Por el contrario, a menudo son señales de que estamos en el camino correcto. La cruz es parte del seguimiento de Cristo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mateo 16,24). San Juan de la Cruz también nos recuerda: «Para venir a lo que no gustas, has de ir por donde no gustas.» A veces, el camino de Dios no es el más fácil, pero es el único que nos lleva a la plenitud.
Herramientas prácticas para la perseverancia
- Oración constante: La oración nos da la fuerza que necesitamos para seguir adelante. Jesús mismo nos enseñó que debemos orar sin desfallecer (Lucas 18,1).
- Acompañamiento espiritual: Contar con un director espiritual o un hermano en la fe que nos anime y corrija nos ayuda a mantenernos en el camino.
- Lectura de la Escritura y de vidas de santos: Nos motiva ver cómo otros han vencido dificultades similares. Ejemplos de perseverancia encontramos en San Juan Pablo II, quien a pesar de las dificultades políticas y de salud, siguió fiel a su misión; en Santa Mónica, que oró incansablemente por la conversión de su hijo Agustín; y en San Maximiliano Kolbe, quien perseveró en su fe hasta el martirio.
- Disciplina, ascesis y hábitos firmes: No podemos depender solo de la motivación; la disciplina nos mantiene firmes cuando la emoción desaparece. La ascesis, el dominio de sí mismo mediante pequeños sacrificios cotidianos, nos fortalece para resistir la inconstancia y el desánimo.
Conclusión
Si queremos vencer el doble ánimo, debemos aprender a gestionar nuestras emociones y no permitir que el desánimo dicte nuestras decisiones. Dios bendice a los que perseveran: «Bienaventurado el hombre que soporta la prueba, porque cuando haya sido probado, recibirá la corona de vida» (Santiago 1,12). Mantente firme, porque cada paso en fidelidad nos acerca más a la meta que Dios tiene para nosotros.