Lenguaje, cultura y crisis de Occidente
Christopher Dawson (ver biografía) sostiene que el lenguaje es el elemento fundamental de la cultura, ya que permite la transmisión de conocimientos y valores de generación en generación. En este sentido, la civilización cristiana no solo configuró espiritualmente a Europa, sino que le dio unidad cultural. Sin embargo, este legado ha sufrido profundas rupturas a lo largo de la historia, siendo la Reforma Protestante un punto de inflexión clave.
La Reforma y la fragmentación del pensamiento europeo
El principio del libre examen trasladó la autoridad doctrinal del ámbito eclesial a la interpretación individual, lo que debilitó la cohesión de la cristiandad. La ruptura con una liturgia estructurada y la subjetivización de la fe favorecieron un cristianismo moldeado según las preferencias personales.
San Pablo exhortaba a la unidad doctrinal de los creyentes al decir:
«Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer» (1 Cor 1,10).
Este ideal se vuelve imposible cuando se rechaza la autoridad de la Iglesia y cada individuo interpreta la fe según su criterio. La fragmentación doctrinal derivó en una fractura cultural que, con el tiempo, erosionó la identidad cristiana de Europa.
El rechazo del Logos y la crisis de la modernidad
Para los filósofos griegos, el Logos era el principio racional que ordena el universo. Los primeros cristianos adoptaron este concepto y proclamaron que Jesucristo era el Logos de Dios (Jn 1,1), no como una fuerza impersonal, sino como una Persona divina. La modernidad, al rechazar este Logos, ha derivado en relativismo y nihilismo, perdiendo incluso la capacidad de preguntarse por el sentido último de la existencia.
Mientras que el mito, en la antigüedad, ofrecía una explicación religiosa del cosmos, hoy se ha abandonado incluso esta búsqueda, reduciendo la realidad a categorías puramente materiales. Como advirtió Nietzsche, la muerte de Dios no solo supone el abandono de la fe, sino la disolución de toda certeza objetiva.
Perspectivas para el futuro: el resto fiel y la renovación
A pesar de la crisis actual, la historia muestra que los períodos de desintegración pueden dar lugar a una renovación cultural y espiritual. Benedicto XVI afirmó que la Iglesia podría reducirse a su mínima expresión, pero este resto fiel conservaría la esencia del cristianismo, permitiendo su reconstrucción futura.
Tal como ocurrió tras la caída del Imperio Romano, la Iglesia podría volver a ser el pilar sobre el cual se reconstruya un nuevo orden. La Escritura ofrece imágenes que refuerzan esta esperanza:
- «Del tronco de Jesé brotará un vástago» (Is 11,1).
- «Lo que parecía muerto florecerá nuevamente» (Nm 17,8).
Así, aunque Europa parezca desmoronarse, la historia y la fe nos recuerdan que la verdad y la vida no pueden ser suprimidas definitivamente.