Las Tentaciones de Jesús y Nuestra Cuaresma: Cómo Someterse a Dios y Resistir al Diablo

Las Tentaciones de Jesús y Nuestra Cuaresma: Cómo Someterse a Dios y Resistir al Diablo

Estamos en Cuaresma, un tiempo de preparación y conversión en el que la Iglesia nos recuerda las tentaciones de Jesús en el desierto. Las Sagradas Escrituras nos dicen que fue el Espíritu Santo quien lo llevó a este lugar, con un propósito claro: ser tentado por el diablo (Mt 4,1). Desde una perspectiva humana, esto puede parecer sorprendente, pero forma parte del plan de Dios.

La Estrategia del Enemigo: Dudas y Desconfianza

Reflexionando sobre este pasaje, me doy cuenta de que, durante la Cuaresma, yo mismo experimento diversas tentaciones que me recuerdan a las que sufrieron los israelitas en el desierto durante el Éxodo. ¿Cuál era el objetivo de estas tentaciones? Hacer que los israelitas se quejaran, dudaran de Dios, extrañaran Egipto y, finalmente, perdieran la entrada a la Tierra Prometida.

Del mismo modo, Satanás intentó impedir el inicio del ministerio público de Jesús. Las tentaciones que encontramos en los Evangelios son un resumen de lo que vivió el pueblo de Israel, pero Jesús, a diferencia de ellos, salió victorioso.

El Diálogo Interno y la Tentación: Eva en el Edén

La forma en que el diablo actúa no ha cambiado desde el principio de la humanidad. La tentación de Eva en el Edén (Génesis 3,1-6) sigue el mismo patrón:

  1. Primero, el diablo siembra la duda:

    • «¿Así que Dios les ha dicho que no coman de ningún árbol del jardín?» (Gn 3,1).
    • Satanás exagera la prohibición de Dios para hacerla parecer absurda, generando confusión en Eva.
  2. Luego, provoca un diálogo interno peligroso:

    • Eva empieza a razonar y responder a la serpiente, explicándole lo que Dios realmente dijo.
    • En ese proceso, deja que la duda y el deseo entren en su mente.
  3. Finalmente, el enemigo presenta la tentación como algo bueno y deseable:

    • «Dios sabe que cuando coman de él, se les abrirán los ojos y serán como Dios» (Gn 3,5).
    • Eva mira el fruto y lo encuentra «bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para alcanzar sabiduría» (Gn 3,6).

Este es el mismo mecanismo que usa con nosotros: inicia con una sugerencia, nos hace dialogar con la duda y, finalmente, nos lleva a desear lo prohibido.

Cerrar el Diálogo con el Enemigo: Aprender de Jesús

Mientras que Eva cayó porque entró en diálogo con el diablo, Jesús venció porque cerró ese diálogo de inmediato. Cada vez que Satanás lo tentó en el desierto, Jesús respondió con la Palabra de Dios y no dio lugar a la conversación (Mt 4,4.7.10).

Este es el modelo que debemos seguir. Cuando nos vienen pensamientos de duda, desánimo o tentación, en lugar de dialogar con ellos, debemos cerrar el diálogo respondiendo con la verdad de Dios.

El Papel del Diálogo Interno en la Psicología

La psicología moderna ha demostrado que el diálogo interno tiene un impacto significativo en nuestras emociones y decisiones. Según estudios en psicología cognitiva, el modo en que nos hablamos a nosotros mismos puede fortalecer o debilitar nuestra resiliencia frente a la adversidad.

  • El psicólogo Albert Ellis, fundador de la Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC), sostiene que no son los eventos externos los que nos afectan, sino cómo los interpretamos internamente.
  • Aaron Beck, el padre de la terapia cognitiva, identificó que los pensamientos automáticos negativos pueden llevar a la ansiedad y la depresión.
  • Estudios en neurociencia muestran que el diálogo interno negativo activa la amígdala, el centro del miedo en el cerebro, aumentando el estrés y la angustia.

Si permitimos que nuestro diálogo interno sea influenciado por la tentación y la duda, estamos abriendo la puerta al enemigo. En cambio, si lo dirigimos conscientemente hacia la verdad de Dios, fortalecemos nuestra mente y nuestro espíritu.

Estrategias para un Diálogo Interno Victorioso

Para resistir al diablo y someter nuestro pensamiento a Dios, podemos aplicar tres estrategias clave:

  1. Identificar el pensamiento engañoso

    • San Ignacio de Loyola, en sus reglas para el discernimiento de espíritus, nos enseña que los pensamientos y mociones en nuestra mente pueden provenir de tres fuentes: Dios, nosotros mismos o el enemigo. Para identificarlos, recomienda examinar los frutos que producen en nuestra alma.
    • Si un pensamiento nos llena de paz, confianza en Dios y deseo de hacer el bien, viene de Dios. Pero si nos lleva a la duda, la angustia y el alejamiento de la oración, es señal de que el enemigo está obrando.
    • Como dice San Ignacio: «En las personas que van intensamente purificándose, el espíritu bueno da ánimo, consuelos y tranquilidad; en cambio, el mal espíritu busca desanimar, entristecer y poner obstáculos, inquietando con falsas razones para que no sigan adelante» (Ejercicios Espirituales, Regla 2).
  2. Reemplazar el pensamiento con la verdad de Dios

    • Responder con un versículo bíblico que refuerce la fe y la confianza en Dios. Ejemplo: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?» (Salmo 27,1).
  3. Actuar en consecuencia

    • En lugar de alimentar la duda o la tentación, tomar una acción concreta que reafirme nuestra fe, como la oración o la lectura de la Escritura.

Una Cuaresma Victoriosa: La Tentación Volverá, Pero No Tengamos Miedo

Después de que Jesús venció al diablo en el desierto, el Evangelio de Lucas nos dice algo importante:

«Habiendo agotado toda tentativa de tentación, el diablo se alejó de él hasta otra ocasión» (Lc 4,13).

Esto nos enseña que, mientras estemos en este mundo, la tentación siempre volverá. Satanás no se da por vencido con facilidad. Pero no debemos temer, porque Jesús ya ha vencido por nosotros.

San Pablo nos recuerda que:

«Dios es fiel y no permitirá que sean tentados por encima de sus fuerzas. Más bien, junto con la tentación, les dará el auxilio para que puedan resistirla» (1 Cor 10,13).

El crecimiento en Cristo no es posible sin enfrentar y vencer las tentaciones. No se trata solo de evitar el pecado, sino de fortalecernos en la gracia de Dios.

Si confiamos en Él y seguimos el ejemplo de Jesús, podemos superar cualquier prueba. ¡Ánimo! No estamos solos en este combate. Jesús nos ha dado la victoria.