Entre La Razón Y La Fe

Explorando el Diálogo entre Pensamiento y Creencia

¿Falló Dios?

Me pregunto cuántas veces una mala teología – el concepto que tenemos de Dios – nos mantiene en situación pasiva; que no nos permite enfrentar nuestras responsabilidades diarias o de estado.
Culpamos al pasado, al sacerdote, a la iglesia, a la familia, a la sociedad de nuestra situación… y nos victimizamos.
Rezamos, hacemos novenas, y otras prácticas piadosas – muy loables – y… como que no hay cambio; no avanzamos.
¿Falló Dios? – y es allí en donde nuestra teología – nuestra percepción, entendimiento de Dios – entra en conflicto con nuestra experiencia
Por supuesto no existe ningún problema con el estudio y reflexión teológica. Es más; el estudio del depósito de la fe nos permite partiendo de la revelación de Dios – centrarnos. Pero en el Nuevo Testamento, primero vemos que los discípulos tuvieron un encuentro vivo con una persona – no un concepto (cf. 1 Juan 1,1-3); y tal es el problema: tenemos conceptos de Dios, pero no relación – experiencia con él y a partir de él. Del Cristo vivo, y de sus hechos y palabras, se hizo reflexión teológica; De experiencia de encuentro hacemos reflexión teológica, para después que los frutos de esa reflexión los apliquemos en la vida; es decir, los convirtamos en experiencia.
Eso es lo que el salmista quería de decir en: Gustad y ved qué bueno es Yahveh, dichoso el hombre que se cobija en él
Esa reflexión teológica y experiencia, nos iluminan al responder al interrogante ¿por qué no me responde Dios?
¿Será que Dios ya te respondió? ¿que esas oraciones, novenas, rosarios y demás prácticas piadosas ya te trajeron una respuesta?. Lo que pasa es que, de repente, esa respuesta cuéstionó tus paradigmas; tus presupuestos teológicos.
Dice la Sagrada Escritura:
Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos – oráculo de Yahveh – Isaías 55,8
Como vimos en el video…. ¿Cuántos barcos ya te mandó Dios? ¿no te das cuenta que ya te respondió; ya te dio la salida?
En el libro de los reyes, hay un relato acerca de Eliseo y su criado, quien estaba agobiado y angustiado ante el número de los enemigos. Eliseo oró para que Dios le abriera los ojos y pudiera ver lo que su estado emocional no le permitía: ese mundo invisible y trascendente en donde se definen las realidades visibles, en el cuál, el auxilio y los recursos de Dios eran más que los enemigos que querían destruirlos. (léelo en 2Reyes 6,17). Quizás tu oración deba ser: Señor, ¡abre mis ojos para que yo vea!
¿Falló Dios? Pero si Dios ya mandó sus barcos… si te estás ahogando… es porque quieres.
Dios te bendiga!! Jorge Ayona

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