Saludos!!!
Te propongo meditar sobre… el disfrutar del tiempo presente.
¿Cuántas veces nos negamos el disfrutar de cada instante de vida que
Dios nos da, porque nuestras expectativas – egoístas – no se cumplen?
¿Cuándo la gente no me da lo que quiero?
¿ o las cosas no salen – o son – como quiero; no tengo el trabajo,
casa, carro, esposa, dinero, etc, etc que quiero?
Y la lista podría seguir…
¡tantas veces nos enfocamos en lo negativo, en lo que nos falta, en los
defectos de los demás, en lo que aún no llega, en lo que no he
conseguido, etc, etc, en lugar de agredecet por lo que tengo ahora.
Mira lo que dice el salmo 90:
Los años de nuestra vida son unos setenta, u ochenta, si
hay vigor; mas son la mayor parte trabajo y vanidad, pues pasan presto
y nosotros nos volamos.
Quién conoce la fuerza de tu cólera, y, temiéndote, tu indignación? ¡Enséñanos a contar nuestros días, para que entre la sabiduría en nuestro corazón!
Aquí se nos dice que…
- Nuestra vida es efímera.
- El tiempo pasa como «volando»
- Debemos entonces vivir de tal manera que no enojemos a Dios.
- Sabiduría es contar -enumerar- nuestros días de vida, y ¡hacer
que valgan!
Con una calculadora, multiplicando, puedes encontrar la cantidad de días
que ya has vivido. ¿Cuanto tiempo te has pasado quejándote, en vicios,
deprimido, quejándote, en el trabajo… y cuanto dedicas a agradecer a
Dios por lo que tienes, los que están a tu lado… incluso por los
problemas – porque en perspectiva, te ayudaron a superarte?
lee esta historia…
Estoy cansado de trabajar y
de ver a la misma gente,
camino a mi
trabajo todos los días, llego a la casa y mi esposa sirvió lo mismo de
la comida para cenar, la cual no me gustó mucho que digamos y tengo que
comer la comida que no me gusta.
Voy a entrar al baño y mi hija de apenas año y medio no me deja porque
quiere jugar conmigo. No entiende que estoy cansado y quiero entrar al
baño.
Después, tomo mi revista para leerla en mi sillón y mi hija nuevamente
quiere jugar y que la arrulle entre mis brazos. Yo quiero leer con
tranquilidad mi revista, y sale mi esposa con su: «¿Qué tal me ves? Me
arreglé para ti». Le digo que bien, sin despegar mis ojos de mi
revista. Para variar, se enoja conmigo por que dice que no la comprendo
y que nunca la escucho. No sé por qué se enoja si le pongo toda mi
atención, es más, aún viendo la T.V. le pongo atención, bueno, siempre
y cuando haya malos anuncios. A veces quisiera estar solo y no escuchar
nada, yo sólo quiero descansar. Suficientes problemas tengo en el
trabajo para escuchar los de mi casa.
Mi padre también me molesta algunas veces y entre clientes, esposa,
hija, padre, me vuelven loco, quiero paz. Lo único bueno es el sueño,
al cerrar mis ojos siento un gran alivio de olvidarme de todo y de
todos.
-Hola, vengo por ti.
-¿Quién eres tú? ¿Cómo entraste?
-Me manda Dios por ti, dice que escuchó tus quejas y tienes razón, es
hora de descansar.
-Eso no es posible, para eso tendría que estar…
-Así es, sí lo estás; ya no te preocuparás por ver a la misma gente, ni
por caminar, ni de aguantar a tu esposa con sus guisos, ni a tu pequeña
hija que te moleste; es más, jamás escucharás los consejos de tu padre.
-Pero… ¿Qué va a pasar con todo? ¿Con mi trabajo?
-No te preocupes; en tu empresa ya contrataron a otra persona para
ocupar tu puesto y por cierto, está muy feliz porque no tenía trabajo.
-¿Y mi esposa y mi hijita?
-A tu esposa le fue dado un buen hombre que la quiere, respeta y admira
por sus cualidades que tú nunca observaste en ella y él acepta con
gusto todos sus guisos sin reclamarle nada, porque gracias a Dios y a
ella, tiene algo que llevarse a la boca todos los días a diferencia de
otras personas que no tienen nada que comer y pasan hambre hasta
durante meses. Y además, se preocupa por tu hija y la quiere como si
fuera de él y por muy cansado que siempre llegue del trabajo, le dedica
tiempo para jugar; son muy felices.
-No, no puedo estar muerto.
-Lo siento, la decisión ya fue tomada.
-Pero… eso significa que jamás volveré a besar la mejillita de mi
hijita; ni a decirle te amo a mi esposa; ya no veré a mis amigos para
decirles lo mucho que los aprecio; ni darle un abrazo a mi padre. Ya no
volveré a vivir, ya no existiré más, me enterrarán en el panteón y ahí
se quedará mi cuerpo cubierto de tierra. Nunca más volveré a escuchar
las palabras que me decían: «Hey amigo, eres el mejor»; «Hijo mío,
estoy orgulloso de ti»; «Cuánto amo a mi esposo»; «Hermano mío, me
alegro de que vinieras a mi casa»; «Papi…»
-No, no quiero morir; quiero vivir, envejecer junto a mi esposa, no
quiero morir todavía…
-Pero es lo que querías, descansar, ahora ya tienes tu descanso eterno,
duerme para siempre.
-No, no quiero, no quiero. ¡Por favor, Dios!
-¿Qué te pasa amor? ¿Tienes una pesadilla? – dijo mi esposa
despertándome.
-No, no fue una pesadilla, fue otra oportunidad para disfrutar de ti,
de mi bebé, de mi familia, de todo lo que Dios creó. ¿Sabes?, Estando
muerto ya nada puedes hacer y estando vivo tienes la oportunidad de
hacer felices a los demás y hacer la voluntad de Dios. Una vez cerrados
tus ojos, nadie te garantiza volver a abrirlos.
¡Que bello es vivir! Hoy lo logré, mañana… mañana Dios dirá
Dios Te Bendiga!!
Jorge Ayona
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