En esta vida atravesamos diversas crisis: la crisis del nacimiento, el paso de lactar a comer alimento sólido, la transición de la niñez temprana a la infancia, de la infancia a la adolescencia, de la adolescencia a la adultez, y mucho más adelante, la crisis de pasar a la tercera edad. Nuestra vida terrenal sufre cambios constantes.
El pueblo de Israel y la queja ante el cambio
Lo que he observado en mi propia experiencia, y en la vida del pueblo de Israel cuando salió de Egipto, es que todo cambio implica una crisis. Para llegar a un estado superior de vida, muchas veces debemos enfrentar dificultades. Sin embargo, en diversos pasajes de la Escritura vemos cómo los israelitas se quejaban de Dios y de Moisés. Lo único que consiguieron con sus quejas fue retrasar el proceso que estaban viviendo:
«Toda la comunidad de los israelitas murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto.»
— Éxodo 16:2
El problema de los israelitas era que extrañaban su vida anterior y no se fijaban en las posibilidades del futuro que Dios les ofrecía:
«Nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, de los pepinos, de los melones, de los puerros, de las cebollas y de los ajos.»
— Números 11:5
El cambio en la tercera edad
Hoy me encuentro en la etapa de la tercera edad. He pasado por muchas experiencias que muchos de ustedes quizás están atravesando o atravesarán. Un día despiertas y notas que los jóvenes en la calle comienzan a tratarte como un adulto mayor. Te das cuenta de que las rodillas te duelen, ciertas actividades físicas ya no puedes realizarlas o solo de forma limitada. La alimentación debe cambiar, las reuniones largas resultan agotadoras.
Sin embargo, algo curioso ocurre: aunque el cuerpo se deteriora, la mente puede volverse más lúcida… si te has dedicado a cultivarla. Si solo has prestado atención a tu cuerpo y no has cultivado tu mente, llegarás a esta etapa con quejas y frustraciones.
Hay personas mayores que simplemente se han rendido. Incluso los médicos les dicen que no necesitan pastillas para la depresión, sino poner de su parte para salir adelante. Pero algunos no lo hacen.
Adaptarse en vez de quejarse
El problema es que muchas veces enfocamos nuestra atención en lo que ya no podemos hacer, en vez de centrarnos en lo que todavía podemos hacer y en las nuevas oportunidades que la vida nos ofrece. La clave es aprender a disfrutar el momento presente.
En mi caso, en esta edad adulta logré finalmente obtener mi bachillerato en una carrera que inicié hace 40 años. Ahora estoy cursando un diplomado que culminará en abril de 2025, y ese mismo mes comenzaré mis estudios en la carrera de teología.
El cambio es inevitable en la sociedad, en la tecnología y en nosotros mismos. Adaptarse implica incomodidad y esfuerzo, pero podemos elegir entre quejarnos como los israelitas o extendernos y disfrutar cada momento.
El desierto como prueba y purificación
La Cuaresma nos brinda una oportunidad maravillosa para la introspección y la reflexión sobre nuestra vida.
El Espíritu Santo condujo a Jesús al desierto para ser tentado por el diablo:
«Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.»
— Mateo 4:1
Jesús no se quejó en el desierto, sino que venció las tentaciones con la Palabra de Dios. En contraste, los israelitas murmuraban y se amargaban porque olvidaban lo que Dios había hecho por ellos:
«No endurezcan su corazón, como en Meribá, como el día de Masá en el desierto, donde me tentaron sus padres, aunque habían visto mis obras.»
— Salmo 95:8-9
El desierto es una experiencia de incomodidad y dolor, pero también un regalo de Dios. Es un tiempo que Él nos concede para hacer introspección, purificarnos y prepararnos para el encuentro con Él en la Pascua. No es un castigo, sino un tiempo de crecimiento, de renuncia y de fortalecimiento espiritual. Por eso, la Iglesia nos propone este período, para que podamos revisar nuestra vida, ordenar nuestras prioridades y reencontrarnos con el amor de Dios.
Disfrutar el desierto
«En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre no descubra nada de lo que vendrá después de él.» — Eclesiastés 7:14
Si estás en un momento difícil, disfruta tu desierto. Date cuenta de que es una oportunidad para reflexionar y corregir. Alimenta tu espíritu con el pan del cielo, que es la Eucaristía, y confía en que Dios te provee lo necesario cada día.
En esta Cuaresma, examinémonos:
- ¿Nos hemos pasado la vida quejándonos y culpando a otros?
- ¿Podemos reconocer que Dios siempre ha estado con nosotros?
- ¿Estamos dispuestos a dejar la amargura y vivir con gratitud?
Al igual que el personaje de Cuento de Navidad de Charles Dickens, Scrooge, podemos revisar nuestra vida y darnos cuenta de lo que hemos perdido por nuestras actitudes. No dejemos que las quejas nos impidan ver las oportunidades y disfrutar cada momento con plenitud.
Incluso en la tercera edad, hay posibilidades abiertas. Pero no podremos verlas si nos quedamos estancados en la queja.
«Por tanto, no nos desanimamos. Aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo, nuestro hombre interior se renueva de día en día.» — 2 Corintios 4:16
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