Merimnáō: cuando el alma se divide
«Por nada estéis afanosos…» — Filipenses 4:6
En su carta a los Filipenses, el apóstol Pablo emplea una palabra griega con un significado profundo: merimnáō. Traducida comúnmente como «estar afanoso» o «ansioso», esta palabra va mucho más allá de una simple preocupación momentánea.
Merimnáō describe un estado interior de fragmentación. Literalmente implica estar dividido por dentro, como si la mente y el corazón fueran estirados en distintas direcciones por el temor, la inquietud y la incertidumbre. Es la imagen de un alma rota por dentro, incapaz de descansar plenamente en el presente.
Este término resuena con fuerza en nuestra cultura contemporánea. Vivimos en un mundo saturado de estímulos, decisiones, presiones y temores. Nos hemos vuelto expertos en anticipar lo peor, en imaginar escenarios posibles, en mantenernos en estado de alerta. Muchas veces confundimos esto con responsabilidad o madurez, pero en realidad es un síntoma de un corazón descentrado y una confianza debilitada.
Lo más interesante del pasaje de Filipenses 4 es que Pablo no ofrece una solución mágica, sino una invitación radical: sustituir la ansiedad por oración, el afán por entrega, y la preocupación por gratitud.
«Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.»
(Filipenses 4:6)
Este versículo no niega la realidad del dolor ni de los problemas. Más bien, nos recuerda que la manera de sanar esa división interna no es controlándolo todo, sino aprendiendo a soltar y a confiar.
Merimnáō es la enfermedad del alma fragmentada.
La oración es su medicina.
La gratitud, su terapia.
La presencia de Dios, su paz.
Quizás hoy sea un buen momento para volver a lo esencial. Dejar de intentar sostenerlo todo con nuestras fuerzas y simplemente decir: “Señor, esto me supera. Te lo entrego”.
Y entonces, poco a poco, volver a estar enteros.
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