Cuando Dios Allana El Camino

Cuando Dios Allana El Camino

La senda recta del justo: cuando Dios allana el camino

“La senda del justo es recta; tú allanas el sendero del justo” (Is 26,7). Esta expresión del profeta Isaías, incluida en los Laudes del Oficio Divino, nos ofrece una clave luminosa para interpretar los acontecimientos de nuestra vida, especialmente aquellos momentos en que el alma siente que algo ha terminado, que una etapa ha sido cerrada, y que Dios está haciendo algo nuevo.

El dolor que abre la visión

Isaías mismo experimentó un punto de quiebre transformador: “El año en que murió el rey Uzías vi al Señor sentado en un trono alto y excelso” (Is 6,1). Solo después de una pérdida importante, su mirada se abre a la trascendencia. De igual manera, muchas veces en nuestra vida, solo cuando algo es quitado —una persona, un proyecto, un deseo— se despeja el terreno para que podamos ver a Dios más claramente.

El Concilio Vaticano II nos recuerda que “el hombre no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino a través de un don sincero de sí” (Conc. Vat. II, Gaudium et Spes, 24). Pero ¿cómo puede darse uno sinceramente si aún se aferra a lo que fue o a lo que no pudo ser? Es necesario que el Señor allane el camino, que lo haga recto. Y esto, muchas veces, implica desprendernos.

La pedagogía divina en la historia personal

La rectitud del camino del justo no significa que no haya dolor, sino que todo se ordena hacia un fin bueno. Dios, en su pedagogía, actúa como un labrador que poda la vid para que dé más fruto (cf. Jn 15,2). Cada pérdida significativa puede ser comprendida desde esta lógica divina. Santa Teresa de Jesús, maestra en los caminos del alma, dice: “El alma ha de ir desapropiándose de todo para que solo Dios sea su todo” (Camino de Perfección, 28,9).

No se trata de rechazar el pasado, sino de integrarlo como parte del designio providente. Lo que fue —como la relación con una persona querida, o la figura de un padre ya fallecido— puede convertirse en piedra fundacional del camino. Pero no podemos detenernos ahí. La vida cristiana es dinámica, y el Espíritu impulsa constantemente hacia adelante (cf. Flp 3,13-14).

Una mirada artística: el espacio vacío y la luz

En el arte, esta dinámica se representa bellamente. Pensemos en la pintura La vocación de San Mateo de Caravaggio. Jesús entra en la penumbra del lugar donde Mateo está aferrado al dinero, y con su gesto lo invita a salir, a levantarse. La luz que entra con Jesús es la que define la escena, la que marca un antes y un después. Así también, la gracia de Dios irrumpe cuando algo se retira de nuestra vida y deja un espacio. El vacío, lejos de ser una pérdida, se convierte en lugar de irrupción de lo divino.

Avanzar: del recuerdo a la promesa

Dice Isaías: “En la senda de tus juicios, Señor, te esperamos; tu nombre y tu memoria son el anhelo del alma” (Is 26,8). El recuerdo del nombre de Dios no es un refugio nostálgico sino una promesa activa. Es el motor de la esperanza, porque quien recuerda las obras del Señor, se abre a las que aún hará. San Agustín lo expresa así: “El Señor quiere que no solo creas lo que hizo, sino que esperes lo que aún no ha hecho” (San Agustín, Sermón 125, 7).

Esperar en el Señor implica soltar. En términos espirituales, implica desasirse, como enseña San Juan de la Cruz: “Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes” (Subida del Monte Carmelo, I, 13,11). Cuando reconoces que una etapa ha pasado, no por rechazo sino por comprensión, entonces te dispones a que Dios allane el nuevo tramo del camino.

Magisterio de la esperanza

El Papa Francisco, al hablar del dinamismo de la fe, señala: “¡La fe es caminar con Jesús! Es confiar, es esperar, incluso en los momentos oscuros” (Audiencia general, 4 de septiembre de 2013). Esa espera activa, esa esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5), es la que nos permite mirar hacia adelante sin nostalgia paralizante.

Conclusión: abrirse al futuro de Dios

Quizá hoy puedas decir con serenidad: «Eso ya pasó». No como quien cierra una herida bruscamente, sino como quien reconoce que la piedra ya está colocada en el muro de la historia y no necesita ser movida más. Desde ese reconocimiento, se abre el horizonte de Dios.

El justo camina por senda recta porque no va solo: el Señor mismo es quien allana el camino, y cada paso es una respuesta al amor que llama desde adelante. Por eso, si sientes que algo se ha retirado, que una etapa ha terminado, no temas: puede ser el inicio de una visión más clara de Dios en tu vida.


Referencias (formato APA, 7.ª ed.)

Caravaggio. (c. 1600). La vocación de San Mateo [Óleo sobre lienzo]. Iglesia de San Luis de los Franceses, Roma.

Concilium Vaticanum II. (1965). Gaudium et spes [Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual].

Francisco. (2013, septiembre 4). Audiencia general. https://www.vatican.va

Juan de la Cruz, S. (1980). Subida del Monte Carmelo. En Obras completas. Editorial de Espiritualidad.

Santa Teresa de Jesús. (1986). Camino de Perfección. BAC.

San Agustín. (1993). Sermones (Vol. II). BAC.

La Biblia. (2001). Sagrada Biblia: Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. Biblioteca de Autores Cristianos.