Hoy me encontré nuevamente sobrecogido por la voz de Dios en la naturaleza. No es la primera vez, pero cada vez que sucede, me golpea con una intensidad nueva. A veces, las palabras humanas no alcanzan para describir ese momento en que todo lo creado parece decirte: Dios está aquí.
Estos días de crisis, confusión y dolor, Dios me ha estado hablando. El cambio sustancial es que ahora estoy consciente de que en cada momento difícil, Él está allí, y no me daba cuenta… como le pasó a Jacob cuando huía de Esaú.
«Verdaderamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía» (Génesis 28:16).
E inevitablemente, me vino a la mente San Francisco de Asís.
San Francisco y la mirada limpia
San Francisco veía a Dios en todo: en el sol, en el agua, en el viento, en los animales. Para él, la naturaleza no era solo un entorno donde vivir, sino un lenguaje divino, un eco del Creador. Llamaba a todas las criaturas «hermanos» y «hermanas» porque entendía que todas procedían del mismo amor.
Yo no soy San Francisco, pero hoy, por un instante, entendí su mirada. Porque cuando vi a esas aves esperando, comprendí que su confianza en recibir alimento no era ciega. Ellas, sin saberlo, confiaban en la bondad del Creador que les provee cada día. Y, por un instante, me vi reflejado en ellas.
«Miren las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?» (Mateo 6:26).
Si Dios les da el alimento a ellas, ¿cómo no va a ocuparse de nosotros? Pero hay algo más: Dios no solo provee, sino que nos invita a ser parte de su providencia. Así como puso en mí el deseo de alimentar a esos pequeños pájaros, ¿cuántas veces habrá usado a alguien más para cuidarnos sin que nos demos cuenta?
Dios nos habla, pero necesitamos silencio
San Francisco vivía en un estado de asombro constante porque sabía mirar con el corazón limpio. Quizás, el problema de nuestra época no es que Dios haya dejado de hablar, sino que nos hemos acostumbrado demasiado al ruido.
Si a veces sientes que Dios está en silencio, detente un momento. Mira el cielo, el viento moviendo las hojas, el agua corriendo, los pájaros volando. La creación entera es un susurro de Dios para quien tenga el corazón abierto.
Nadie que, con corazón puro, mente alerta y honestidad intelectual, busque a Dios, puede dejar de hallarlo, si persevera.
Hoy, mientras escribo esto, sigo emocionado. No de tristeza, sino de gratitud. Porque Dios me habló en lo pequeño, en lo sencillo, y me recordó que siempre está cuidando de mí, incluso cuando no lo veo.
Siendo honesto, Dios está presente, y siempre lo ha estado. No estoy solo.
Tal vez hoy sea un buen día para detenernos un momento y escuchar.
Deja una respuesta