Como Abraham: una fe que no compite
“No haya altercado entre tú y yo… Si tú vas a la izquierda, yo iré a la derecha.” (Génesis 13,8-9)
Hay momentos en el camino de fe en los que nos toca tomar decisiones difíciles: callar o hablar, quedarse o marcharse, esperar reconocimiento o soltarlo todo.
Muchos creyentes, especialmente quienes han servido con entrega en la Iglesia, han experimentado algún tipo de decepción: sentirse ignorados, no valorados, o incluso apartados por quienes esperaban comprensión y fraternidad.
En ocasiones, los espacios que deberían ser lugares de acogida y comunión —como parroquias o grupos— se vuelven terreno de competencia, favoritismos o silencios que duelen más que las palabras. Y uno se pregunta:
“¿Dónde quedó el amor fraterno? ¿Dónde quedó el Evangelio?”
La Palabra de Dios nos ofrece luz
Abraham y Lot enfrentaron un conflicto. Sus rebaños crecieron, y ya no podían convivir en paz en el mismo lugar. Abraham, en lugar de aferrarse, de exigir su parte o luchar por el terreno más fértil, optó por la libertad interior. Le dijo a Lot:
“Elige tú. Si vas a un lado, yo tomaré el otro.”
Y entonces, en ese acto de humildad y desapego, Dios lo bendijo. Le prometió una tierra más amplia de lo que Abraham imaginaba. Una promesa que no dependía de un puesto ni de una ventaja, sino de la fe.
Esta es la clave
Dios no bendice al que compite, sino al que confía. Dios abre caminos a quien no pelea por un lugar, sino que está dispuesto a seguirlo incluso por rutas inciertas.
Hay momentos en que lo más sabio no es insistir, ni luchar por validación humana, sino dar un paso al costado con paz. Soltar. Entregar en manos de Dios lo que no depende de nosotros, y confiar en que Él abrirá nuevos espacios, nuevos vínculos, nuevas formas de servir.
Muchas veces, esos espacios no están dentro de los esquemas conocidos, sino en caminos sencillos, inesperados, fecundos.
A ti, que has sido herido…
Que quisiste aportar y no fuiste escuchado,
Que serviste con amor y fuiste dejado de lado,
Que te duele lo que viste en estructuras humanas,
Pero sigues amando a Dios y a la Iglesia…
No te desanimes. No te encierres. No respondas con amargura.
Sigue caminando como Abraham. Porque Dios ya preparó para ti una tierra nueva. Un espacio donde no tienes que competir para ser aceptado. Un lugar donde lo que cuenta es tu corazón dispuesto.
No necesitas reconocimiento para ser fecundo. Dios te ve. Dios te guía. Dios te llama. Y donde otros cierran puertas, Él abre caminos.
“Conozco tu conducta: mira que he puesto ante ti una puerta abierta que nadie puede cerrar. Porque, aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra y no has renegado de mi nombre. apocalipsis 3,8”
Aunque te cierren puertas, se fiel, permanece catolico. Enfrenta con valentía las contradicciones entre los que dicen, y no hace, entre los que enfatizan culto público, y descuidan la práctica de la caridad. Dios abrirá una puerta para ti.
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