
Para escuchar el audio, pulse aquí Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: «Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.» Les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa «quiero misericordia y no sacrificio», no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado.»
Buenos días! El evangelio de hoy lo encontramos en Mt. 12,1-8. Nuevamente Jesús se encuentra con los fariseos. Esta vez el cuestionamiento era ¿Por qué Jesús permitía que los discípulos violaran el sábado?
Esto nos lleva a aclarar: ¿Cómo guardaban el sábado – o la ley – los fariseos? ¿cómo debía guardarse?
¿Cómo guardaban el sábado – o la ley – los fariseos
Los fariseos, en su deseo de perfección, pero dependiendo de su propio criterio -no el de Dios, y dependiendo de sus fuerzas – y no de la gracia de Dios, al mandamiento dado por Moisés, agregaban cosas para evitar incluso la posibilidad de transgredirlo. Pero, por depender de su criterio, fuerzas y no de Dios, desarrollaban orgullo, soberbia y arrogancia; pensaban que eran más santos de los que no eran tan devotos, escrupulosos y cumplidores como ellos. No eran misericordiosos con los demás. Se creían con el derecho a ser justificados por Dios. En este esquema de conducta no necesitaban la gracia de Dios y por tanto Cristo, su Mesías, sobraba. Ellos rechazaban a Jesús porque pensaban no necesitarlo.
¿Cómo debía guardarse?
Jesús – el Señor del sábado– quién da el sentido verdadero a la ley, enseña que la ley, el mandamiento, debe guardarse. Ya lo dijo en el Sermón del Monte, que “El no vino a a abrogar la ley, sino a cumplirla; a darle el sentido verdadero». Que el más grande en el reino de los cielos sería es que los cumpla y enseñe. Queda pues descartada la apelación a una «misericordia» sin exigencias, sin conversión: recordemos el «vete y no peques más» que Jesús le dijo a la mujer adúltera. Una vez reconocido, nuestro pecado, nos acercamos a Jesús y reconocemos a su vez su sacrificio por nosotros, reconocemos su amor y misericordia, reconocemos la necesidad de su gracia para que nosotros cumplamos los mandamientos. Él nos da la capacidad de cumplir el mandamiento. Esto crea gratitud para con Dios y misericordia para con el pecador.
Jesús cita el Antiguo Testamento para demostrar la incongruencia de los Fariseos. El Rey David, ante la necesidad de alimento recurrió al pan consagrado – que el propio sacerdote de entonces le permitió ante la necesidad, y el hecho de que los propios sacerdotes de la antigua alianza, trabajaban en sábado. Por tanto, el sábado es para permitir acercarse a Dios y es permitido en él, hacer caridad al prójimo. Jesús dice que ante esas situaciones y motivos, no existía culpa de parte de sus discípulos.
Hablemos de Ti
¿Cómo guardas los mandamientos de Dios? ¿siquiera los conoces? ¿los cumples de acuerdo a «tus criterios» o lo que Dios dice? ¿los cumples en tus fuerzas, no dependiendo de la gracia de Dios que recibimos en los sacramentos? ¿te consideras una «buena persona» que eres bueno a «tú manera», sin aceptar lo que el Magisterio de la Iglesia enseña en temas de moral ni tu necesidad de convertirte?
La Caridad – el amor – es el cumplimiento de la ley. Amor a Dios sobre todas las cosas, es decir, no te pierdes de ir a adorar a Dios a la misa porque «tienes que salir con la familia». Anda primero a misa, y sales después con la familia. O que dejas a un familiar enfermo, solo y sin atención por ir a misa. Atiéndelo, cuídalo y por la noche vas a misa. También es Amor al Prójimo como uno mismo: no hablar mal de él, no hacerle daño; amar al otro cómo Cristo te amó.
¿Imposible? Sí; si no estás en gracia de Dios. Para eso Cristo murió y resucitó. Para darte la gracia y capacidad de amar como el amó y de ser perfecto como el Padre es perfecto. Esa es la demanda de Dios. Nada más ni nada menos. Frecuenta los sacramentos para recibir su gracia. El no hacerlo es muestra de arrogancia y autosuficiencia.
Que Dios te bendiga. Qué tengas un lindo día.